Por Gregorio Ballesteros, miembro de Ecologistas en Acción y de
la Sociedad Española de Agricultura Ecológica. Revista El Ecologista nº
81.
Los huertos urbanos en nuestro país han dejado de ser un fenómeno
testimonial, como ocurría hasta 2006, para convertirse en un movimiento
con un fuerte arraigo en muchas ciudades. Cada vez más, gozan de un
importante apoyo por parte de asociaciones y movimientos sociales, que
están poniendo en marcha numerosas redes de huertos urbanos y planteando
iniciativas para lograr que estos sigan creciendo.
Los huertos urbanos son un fenómeno que, en nuestro país, comenzó a
desarrollarse en la última década del siglo XX, con más de un siglo de
retraso respecto a otros países europeos, a pesar de los múltiples
beneficios ambientales, sociales y productivos que estos proporcionan a
las ciudades donde se implantan. En Barcelona, Sevilla, Vitoria-Gasteiz o
San Fernando de Henares, en el Área Metropolitana de Madrid, por citar
algunos ejemplos, se ponen en marcha las primeras actuaciones de huertos
urbanos y, a lo largo de dos décadas, hasta 2006, estos crecen muy
lentamente.
A partir de 2007, cuando comienza la actual crisis
económico-financiera y estalla la burbuja inmobiliaria, se empieza a
observar un mayor desarrollo de actuaciones o zonas de huertos. Así, en
el I Congreso Estatal de Agricultura Ecológica Urbana y Periurbana, que
organiza la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), celebrado
en Elche en 2011, se pudo comprobar que los proyectos e iniciativas
para poner en marcha huertos urbanos de distinta tipología estaban
creciendo de forma significativa, aunque todavía no existía información
suficiente que permitiera cuantificar este crecimiento.
Recientemente, en el II Congreso Estatal de Agricultura Urbana y
Periurbana, celebrado en Utrera en marzo de 2014, se presentó el
resultado de un informe [
1]
realizado con el objetivo de dimensionar y caracterizar el estado
actual de las actuaciones de huertos urbanos. Se pudo constatar, entre
otras cuestiones, el espectacular crecimiento que habían experimentado
los huertos urbanos en el conjunto del Estado español en los últimos
años.
Tabla 1: Evolución de los huertos urbanos 2006-2014
Año |
Ciudades con huertos urbanos |
Zonas de huertos |
Huertos Públicos |
Huertos Privados |
Nº de
huertos |
Superficie m2 |
2006 |
14 |
21 |
21 |
- |
2.492 |
261.870 |
2014 [2]
|
216 |
400 |
356 |
44 |
15.243 |
1.661.201 |
En los datos de la tabla 1 podemos observar que, en 2006, el número
de ciudades o municipios que tenían zonas de huertos urbanos ascendían a
14, todas ellas de carácter público, y contaban con 21 zonas o
actuaciones, con 2.492 huertos o parcelas, ocupando una superficie de
algo más de 26 hectáreas. En febrero de 2014, tras 7 años de drásticos
recortes y un incremento considerable de personas que viven bajo el
umbral de la pobreza, el número de ciudades que cuentan con huertos
urbanos se ha multiplicado por 15 hasta alcanzar las 216; las zonas de
huertos se han elevado hasta las 400, el número de huertos se ha
incrementado hasta los 15.243 y la superficie ocupada asciende a más de
166 hectáreas y, además, se han comenzado a desarrollar actuaciones de
huertos urbanos de carácter privado.
El crecimiento de las zonas de huertos urbanos se ha producido en
todas las Comunidades Autónomas, siendo las que cuentan con mayor número
de habitantes (Andalucía, Cataluña, C. de Madrid y C. Valenciana) las
que concentran un mayor número, el 63% del total. También son estos
territorios, junto al País Vasco, los que cuentan con mayor número de
parcelas, el 59%, y mayor número de superficie, el 66% del total. Las
ciudades de Barcelona y Madrid son las que cuentan con un mayor número
de zonas o actuaciones, y ello es debido al fuerte peso de los huertos
comunitarios en ambas ciudades, que representan el 83% del total.
Urbanos, de ocio, familiares o sociales
Con respecto a las principales características de las actuaciones
cabe señalar que, la gran mayoría, el 80% de las zonas de huertos,
corresponden a huertos de tipología variada [
3],
siendo las denominaciones más utilizadas: huertos urbanos, de ocio,
familiares o sociales. En algunos casos, a las anteriores denominaciones
se les incorporan adjetivos relacionados con el tipo de agricultura que
se practica: ecológicos o sostenibles. Una parte importante de los
mismos son de uso exclusivo para la población jubilada, en situación de
desempleo o en riesgo de exclusión. En otros casos, aunque se trata de
huertos para el conjunto de la población, los criterios de adjudicación
establecen prioridad para alguna de las anteriores situaciones. También
es significativo el número de zonas que destinan alguna de las parcelas
para uso de colegios o asociaciones que trabajan con población marginal o
personas discapacitadas. El 20% restante de las zonas son huertos
comunitarios, que se concentran principalmente en las ciudades de Madrid
y Barcelona. Destacar también el importante crecimiento de las
actuaciones privadas, que representan el 11% del total de huertos
urbanos, y se distribuyen por una parte importante de los territorios.
La superficie media de las zonas de huertos es de 4.143 m2, aunque
hay una importante variación entre ellas que oscila entre 500 y 40.000
m2. El tamaño medio de la parcela o huerto es de 75 m2, aunque también
varía significativamente de una zona a otra, que va desde los 20 hasta
los 450 m2.
El agua para el riego, que en los territorios con bajo régimen de
lluvias puede constituir un factor limitante para un mayor desarrollo de
los huertos urbanos, procede mayoritariamente de las redes de
abastecimiento urbano, aunque en la casi totalidad de las actuaciones de
huertos se exige emplear sistemas de riego de bajo consumo.
La mayoría de las ciudades y municipios que han puesto en marcha
dichas actuaciones, han elaborado unas ordenanzas reguladoras o normas
de funcionamiento con el objetivo de establecer las condiciones
jurídicas y de uso de los mismos. Destacar que la totalidad de las
ordenanzas, a las que hemos tenido acceso, establecen como condición
obligatoria la práctica de la agricultura ecológica y, en muchos casos,
incluyen en las mismas las principales normas que regulan la práctica de
la misma.
Las ordenanzas establecen también quiénes pueden ser
beneficiarios de la concesión de un huerto, cuáles son los
procedimientos y criterios de adjudicación, así como la duración de la
misma, que suele oscilar entre los 2 y 5 años, aunque en muchas casos se
admite la posibilidad de renovación de dicha adjudicación. También
recogen cuáles son los derechos y deberes de los usuarios, así como un
régimen sancionador por el incumplimiento de los mismos.
Teniendo en cuenta los datos aportados en el citado informe, se
podría afirmar que los huertos urbanos en nuestro país han dejado de ser
un fenómeno testimonial, como ocurría hasta 2006, para convertirse en
un movimiento con un fuerte arraigo en muchas ciudades, que goza de un
importante apoyo proveniente de asociaciones y movimientos sociales, que
están poniendo en marcha numerosas redes de huertos urbanos y
planteando múltiples iniciativas para lograr que sigan creciendo. No
obstante y a pesar de todo ello, podríamos afirmar también que aún
estamos lejos de alcanzar los niveles de desarrollo que los huertos
urbanos tienen en otros países de nuestro entorno, que llevan más de 100
años desarrollando políticas favorables a los mismos.
Sobran motivos
Respecto a las razones o motivaciones que han favorecido el
incremento de los huertos urbanos, señalar la significativa coincidencia
entre este crecimiento y los años de crisis económico-financiera y con
el elevado número de huertos urbanos destinados a sectores de población
desfavorecida (jubilados, desempleados y población en riesgo de
exclusión). Se confirma así un hecho histórico: el impulso que reciben
los huertos urbanos a causa de las crisis económicas, bélicas o
sociales.
Por otra parte, si consideramos las motivaciones de las asociaciones y
movimientos sociales que están impulsando el desarrollo de huertos
urbanos, observamos que muchas de ellas están relacionadas con el
intento de mejora de las condiciones ambientales de espacios urbanos
degradados y con favorecer el acceso a alimentos más saludables, y
obtenidos de forma más sostenible, que los que proporciona el actual
sistema agroalimentario.
Para lograr que este espectacular crecimiento de los huertos urbanos
se consolide y se extienda a todas las ciudades, es necesario que la
Administración, en sus diferentes niveles, tome conciencia de los
importantes beneficios que estos proporcionan a las ciudades y a sus
usuarios y ponga en marcha políticas y medidas que favorezcan su
desarrollo. Un ejemplo significativo de estas medidas podría ser el Pla
BUITS [
4],
impulsado por el Ayuntamiento de Barcelona, con la finalidad de
dinamizar e integrar en la ciudad los espacios vacíos. Con este fin sacó
a concurso 19 solares para que fueran utilizados y gestionados por
entidades y asociaciones sin ánimo de lucro, destinándose el 60% de
ellos a huertos urbanos.
Otro ejemplo a destacar sería la creación de 200 huertos urbanos en parcelas vacías de la macrociudad del futuro Sociopolis [
5].
Un proyecto emblemático de la Generalitat, en la ciudad de Valencia, en
el que estaba previsto la construcción de 2.800 viviendas pero en el
que tan sólo se han construido 480, y de las que se encuentran ocupadas
la tercera parte. La situación de Sociopolis, con miles de metros
cuadrados urbanizados, dotados de agua, luz y accesos y con escasas
posibilidades a corto y medio plazo de construir las viviendas
previstas, está muy extendida en nuestro país. Por ello la utilización
de estos vacíos para desarrollar proyectos de huertos urbanos sería una
medida que contribuiría a impulsar estos proyectos y a paliar algunos de
los efectos que sobre el territorio y el paisaje ha dejado la burbuja
inmobiliaria.