Hasta hace bien poco, si miraba mi bolso, había llaves, tarjetas, teléfonos, pendrives... A día de hoy, cada vez encuentro algo que no me hubiera imaginado hace tan solo unos días: alguna brida metálica para el riego, cuerda para sujetar los plantines a los tutores, semillas... Me sonrío orgullosa, quién me lo hubiera dicho, una persona tan urbanita como yo. Está siendo realmente emocionante, esto de intentar cultivar con nuestras manos.
Uno de mis intereses al solicitar este pequeño huerto, fue el de acercar la tierra a mis hijos y a los amigos de estos. Cambiar un rato la recurrente tablet y el videojuego por un poco de aire libre. Y de paso, les explicaba por qué me daba tanta rabia que dejaran comida en el plato. "Pero mamá, si son tres judías" "Si son muy baratas...". Así que me propuse que ellos cultivaran, de principio a fin, las judías y que valoraran si era tan fácil conseguirlas.
Pues bien, ayer las plantaron, después de cavar surcos y remover y abonar la tierra. Ahora su reto es que prosperen. Y el día que consigan recolectarlas y las cocinen, les voy a decir: "No quiero más". Entonces quiero grabar sus caras... Seguro que les da tanta o más rabia de la yo sentía cuando les regañaba.
Quiero agradecer a Ole, nuestro veterano capataz, su paciencia y su sabia instrucción al enseñar a nuestros chavales el arte de cultivar con cariño y delicadeza nuestros primeros ¡tomates, pimientos, judías verdes, calabacines, pepinos, lechugas y fresas!
Como veréis en las fotos, nuestra parcela la hemos parcelado en cuatro cuartos para dejar un paso y no pisar las plantas al plantar, regar o recoger. Si alguien tiene algún consejo, sea muy bien bienvenido. También agradecer a los padres y madres de los niños hortelanos, por participar de mis mismas inquietudes, y también por dejarse los riñones ayudando. Y especialmente, gracias a los otros compañeros de huertos aledaños, por su ayuda con las herramientas, con los consejos, y con su buen rollo. ¡Seguimos disfrutando!
